HISTORIA


Epoca Precolombina

Epoca Precolombina
Los Pijaos eran un pueblo amerindio que habitaba en el departamento del Tolima, en Colombia, principalmente en los municipios de Ortega, Chaparral, Coyaima y Natagaima.
Anteriormente poblaron la Cordillera Central de los Andes entre los nevados del Huila, del Quindío y del Tolima; el alto Magdalena y el oriente del Valle del Cauca, en la actual Colombia.
No residían en poblados; sus bohíos eran apartados unos de otros. La toponimia pijao se caracteriza por la terminación ima o ema. Su lengua estaba estrechamente relacionada con la de los Panches del occidente de Cundinamarca.

Se sabe que eran enemigos de los Chibchas o Muiska y a la vez de los paeces, con quienes finalmente se aliaron para combatir a los conquistadores. Emboscaban a los españoles guarneciéndose después en las selvas impenetrables; nunca se dejaban ver durante el día. A fines del siglo XVI, prepararon una sublevación general dando asaltos por las noches a las poblaciones por medio de flechas encendidas.
La sacerdotisa Yulima, que regentaba un santuario religioso pijao en las cercanías del volcán Machín, fue asaltada por los españoles y hecha prisionera, siendo conducida encadenada hasta Ibagué, en cuya plaza principal se le incineró viva por los conquistadores y mientras agonizaba recibía bendiciones de un sacerdote para que su alma volara pronto al cielo.

La Villa de San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas

El 23 de julio de 1.550, bajo el mando del capitán Andrés López de Galarza, partió una gran expedición de la sabana de Bogotá a cumplir una orden expresa de la Real Audiencia que tenía como fin llevar a cabo la fundación de una ciudad entre Popayán y Santa Fé de Bogotá, que sirviera de enlace entre ellas y constituyera la vía directa que comunicaba al Perú.
Para lograr tal cometido, se sucedieron sangrientas encuentras con las tribus pobladoras de las márgenes del río Magdalena, hasta llegar luchando a los dominios de los coyaimas y natagaimas, dejando atrás al que llamaron Valle de las Lanzas, por haberles salido al encuentro batallones de indios armados de largas lanzas.

El saldo de muertos y heridos fue grande de lado y lado. Sin embargo las suerte quedó indecisa y la derrota de los españoles hubiera sido inevitable si el capitán López de Galarza no hubiera pedido refuerzos que llegaron al mando del capitán Melchor Valdez

Dispersas las fuerzas indígenas, avanzó López de Galarza, hasta lograr coronar una alta y protegida meseta, en donde hizo alto. Por lado y lado corrían a considerable profundidad el río Anaime y el Bermellón o San Juan. Previo concepto de la alta oficialidad resolvió fundar allí la ciudad, en la que estaba comprometido, dándole el nombre del amistoso cacique Ibagué.

El 14 de octubre de 1.550, en el Valle de las Lanzas asiento comarcano del Cacique Cajamarca, quien decidió hacer las paces con los españoles; se levantaron toldas provisionales, se organizó una plaza central, se edificó un altar y se clavó un rollo robusto como árbol de justicia, para de esta forma celebrar la fundación de la Villa de San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas, la cual colocó bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción.

Debido al continuo asedio de la tribu de los Pijaos; se vio obligado a trasladarla al lugar que hoy ocupa, entre la rivera del río Combeima y el río Chápalo, fue de esta manera como el día 7 de febrero de 1.551 comenzó para Ibagué una nueva vida

Fundación y Colonia

El descubrimiento de unas minas de oro y plata al otro lado del Río Grande de la Magdalena y la urgencia de abrir una vía menos penosa entre las villas de Tocaima y Cartago, fueron los factores determinantes para que la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada decidiera pacificar el Valle de las Lanzas, en el cual, según se decía, tenían asiento algunas razas de naturales violentos y bárbaros que era menester incorporar al dominio de la Santa Madre Iglesia y poner bajo la obediencia de su majestad el Rey don Carlos I, heredero de la tradición serenísima de sus majestades los reyes católicos.
El Capitán Andrés López de Galarza, quien antes había sido contador de la Hacienda Real recibió el difícil encargo, y el 23 de julio de 1.550 inició su expedición. Días más tarde cruzó el río para ingresar a los actuales territorios del departamento del Tolima por el llamado Paso de Céspedes.

El capitán López de Galarza hombre de buena habilidad y cortesano, y bien entendido y concertado, que hacía más con sus persuasiones y buenas razones que con todas las capitulaciones y ordenanzas que por vía de leyes hacía, logró obtener la confianza del Cacique Ibagué, y sin mayores dificultades, tomó para la corona las tierras de cabecera del llano y pie de la cordillera. Finalmente, el 14 de Octubre de 1.550 fundó la Villa de San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas, y después de las celebraciones debidas, dejó allí a su gente más fatigada para seguir con los demás en función de nuevas conquistas. Galarza fundó a Ibagué en el sitio que hoy ocupa Cajamarca, pero en razón del continuo asedio de la tribu de los Pijaos, se vio obligado a trasladarla al lugar que hoy ocupa, el 7 de febrero de 1.551. 

La primera misa en esta ciudad fue celebrada por el Presbítero Francisco González Candis y el nombramiento de los primeros Alcaldes recayó en las personas del capitán Juan Bretón y de don Francisco Trejo. Los primeros regidores de la ciudad fueron Juan de Mendoza, Pedro de Salcedo, Domingo Coello, Gaspar Tavera y Miguel Oviedo, quienes al parecer, fueron nombrados por elección para integrar el cabildo, dentro de una antiquísima tradición española según la cual debía dejarse constancia de que obraba por derecho propio, como si el municipio hubiera existido desde siempre en ese lugar. 

Cabe señalar que las primeras encomiendas fueron distribuidas por López de Galarza con la Fundación de Ibagué; además, se puede decir que en la ciudad de Ibagué estaban avecindados en su inicio 27 encomenderos.

Hasta antes de 1.560 la mayor parte del tránsito entre la Gobernación de Popayán, Antioquia y Santafé, se realizaba por un camino indígena que fue conocido como el de Santa Isabel; partía de Tocaima y siguiendo por la ruta del Magdalena, llegaba a la boca del Río Opia, en un sitio que se llamaba la Canoa de Hernando Portillo; de allí partían hacia las mesas que se anteponen a la Cordillera, entre Venadillo y Lérida, ascendiendo la montaña; entre las hoyas del Río Totare y el Río Recio se buscaba encontrar el pie de la cordillera de Cartago. Esta era una travesía muy riesgosa por lo abrupto del territorio. 

La Real Audiencia prohibió el tránsito por esta ruta y convirtió el Paso del Quindío, encontrado por Andrés López de Galarza, en la vía oficial para todos aquellos que tuvieran que pasar de una parte a otra de la cordillera: Que ninguna persona de cualquier estado y condición se vaya ni venga por el dicho páramo, con indios cargados o sin ellos y que todos los que hubieren de ir a dicha Gobernación vayan a la ciudad de Ibagué por dicho camino nuevo, hasta la ciudad de Cartago y quien pretenda venir de este reino desde la ciudad de Cartago, venga por el camino nuevo hasta la ciudad de Ibagué. Esta disposición convirtió a la ciudad de Ibagué en puerto obligado, dándole una función especial dentro del contexto del Nuevo Reino, a diferencia de otros centros que giraron en torno a la guerra, la producción o el cumplimiento de funciones administrativas.

Durante toda la segunda mitad del siglo XVI Ibagué estuvo permanentemente asediada por los Pijaos. Las expediciones organizadas por el Oidor Terrones, por el Capitán Bocanegra y por otros militares españoles, no lograron disminuir en intensidad ni en frecuencia los ataques de la brava tribu.

A comienzos del siglo XVII los Pijaos incendian y arrasan la ciudad. El hecho obligó a la Real Audiencia, integrar el más grande y mejor dotado ejército bajo el mando del General Don Juan de Borja, Caballero de la Orden de Santiago y nieto del Duque de Gandía, para que se encargara definitivamente de destruir por completo la tribu pijao.

En 1.610 se empezó a debilitar la Encomienda debido a: el abuso con la mano de obra indígena, hizo que la población disminuyera considerablemente; al proceso de mestizaje; y a la pobreza del encomendero.

República

República
La ciudad de Ibagué tuvo pocos días de bonanza, pues, el exterminio de los indígenas, escaseó la mano de obra, y los ricos yacimientos de oro no pudieron ser explotados ya que los españoles jamás quisieron tomar en sus manos una herramienta y sobrevino la pobreza en la época de la colonia.
En febrero de 1.800 el Barón Humbolth exploró la región y midió la altura del Nevado del Tolima, fijándola en 5.610 metros sobre el nivel del mar. En 1.810 un ibaguereño es designado Secretario del Cabildo Extraordinario de Santa Fe y con su propia pluma escribe el texto del Acta del 20 de julio. Se trata de don Eugenio Martín Melendro, cuya firma aparece en el Acta de Independencia Nacional.

En 1.822 el General Francisco de Paula Santander, en su condición de Vicepresidente de la Gran Colombia, fundó en Ibagué el Colegio de San Simón, utilizando las antiguas instalaciones del Convento de Santo Domingo, y designó al licenciado Esteban María de la Quintana como primer rector del claustro. Uno de sus alumnos fundadores fue precisamente Manuel Murillo Toro, quien lustros más tarde ocuparía también la Jefatura del Estado. 

En 1.827 se creó en la ciudad la oficina de Registro. Al parecer durante esta década visitó la ciudad en dos o tres oportunidades el Libertador. En la actual plaza de Bolívar existe una placa conmemorativa de una visita suya en enero de 1.830.

En 1.854 se publicó en Ibagué, el primer periódico que conoció la ciudad. Circuló como semanario con el nombre de La Imprenta y bajo la dirección de una de las mejores inteligencias del siglo pasado: el doctor Manuel María Madiedo.

El 12 de abril de 1.861 el General Tomás Cipriano de Mosquera creó el Estado Soberano del Tolima por medio de un Decreto suscrito por don Andrés Cerón, por el general Julián Trujillo y el doctor José María Rojas Garrido, quienes integraron el primer gabinete seccional. Más tarde fue designado don Ángel María Céspedes como primer presidente del Nuevo Estado. En noviembre de 1.886 se aprobó la Ley 60, por medio de la cual se crearon dos escuelas de minas: una en Antioquia y otra en Ibagué. A comienzos del año siguiente, se designó como rector a don Francisco de Paula Muñoz y la escuela abrió sus puertas en el mes de mayo, en un edificio especialmente construido para la Institución. 

En razón a que solamente se matricularon 3 alumnos, la escuela cerró sus puertas; el edificio se convirtió en sede de diversas oficinas y veinte años después fue destinado para la planta eléctrica. En el mismo año 86 visitó la ciudad un ciudadano francés conocido como el Conde de Grabriac, quien le dio a Ibagué el nombre de Ciudad Musical, y despertó la conciencia pública sobre el hecho de que la música era un suceso cotidiano entre sus gentes. Algunos años después, el Gobierno Nacional cedió al Departamento un instrumental para la fundación de una escuela de música, a la que se dio vida por medio la Ordenanza 22 de 1.893. 

El Gobernador José Ignacio Camacho transforma la escuela en Academia de Música, primer antecedente del actual Conservatorio de Ibagué. En 1.887 comenzó a funcionar el Tribunal Superior.

En 1.889, el General Manuel Casabianca ordenó la construcción de algunas piletas en distintos lugares para surtir de agua a la población. En 1.895 don Fidel Peláez Arboleda fundó el semanario La Tregua que circuló bajo la dirección de don Carlos Carvajal, en defensa de la administración del Presidente Miguel Antonio Caro

En 1.897 circularon 2 nuevos periódicos: La Verdad dirigido por don Edmundo Vargas y El Grito del Pueblo, fundado y dirigido por el ex - gobernador José Ignacio Camacho. La guerra civil de los mil días suspende este creciente proceso de actividad periodística, que solo revive a partir de 1.910. 

Al finalizar el siglo XVIII, ya existía en la ciudad un buen número de establecimientos de comercio, pero en sus alrededores se había consolidado un fuerte sistema de latifundio. Algunas conocidas familias, los Esponda, los Barrios, los Rengifo, los Montealegre y don Martín Restrepo, eran dueños de los terrenos que rodeaban a la ciudad por sus cuatro costados